miércoles, 20 de enero de 2010

RELATOS DE MUJERES ¿TE IDENTIFICAS CON ALGUNO?

Publicado por lauri en 0:16





"Me levanto todos los días en silencio, mi marido llegó tarde a causa del trabajo y si lo molesto se enojará con todos y pasaremos un mal día, mis hijos de 8 y 10 años se levantan lo más silencioso posible, por supuesto no podemos prender la televisión o el radio, ni la luz, no vaya a ser que cualquier ruido moleste el sueño de mi marido, mis hijos al paso de los años se han acostumbrado a esa forma de vida, es lo que conocen es lo normal para ellos..

Otro día más en el que logro tener tranquilidad en la mañana dejo a mis hijos y tengo que correr a mi casa, debo de hacer el desayuno de mi esposo antes de que
se despierte, justo debo despertarlo a las 9 de la mañana, ni un minuto menos, ni un minuto más, no me vaya a pasar lo de ayer que gracias al accidente en el camino me retrase y al llegar él ya estaba despierto y después de hacerme mil preguntas a cerca de mi retraso, se enojó tanto que se fue sin desayunar, el pobre! si trabaja tanto y por mi culpa se fue sin desayunar...

A la hora de la comida mi marido se enojo mucho y con razón, y todo porque mi hijo se atrevió a hablar en la mesa, si sabe bien que esta prohibido que uno a la mesa se sienta a comer y solo eso, sin hablar, guardando los modales propios de una buena familia, mi marido dice que así se acostumbrara a hacer cuando él era pequeño y claro él quiere lo mismo para mi familia solo lo mejor....

Hoy por la noche mi marido se enojó solo porque le pedí dinero para comprar más pan, me acusó de despilfarrar el dinero, claro! como yo no se lo que es ganarlo, y supongo tiene razón, yo solo soy una ama de casa, estoy para cuidar de él y de mis hijos y parece que como el dice ni eso se hacer bien....

Le conté a mis amigas lo que paso y ellas dicen que mi marido me maltrata, pero como me va a maltratar, si me tiene como una Reina, si me compra todo, simplemente es que el pobre trabaja mucho y por eso anda siempre tan tenso y cansado, pero el me ama tanto como yo a él, no se como puede alguien pensar lo contrario..."
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"Mi marido me humilló desde el comienzo de nuestro matrimonio. No me sentía respetada. Me decía que todo lo hacía mal…; era como estar hundida en un pozo. No tenía libertad, vivía coaccionada. Se enfadaba hasta cuando quería estar con mi familia. Acabó con mi dignidad y llegó un momento en que no me valoraba a mí misma como mujer, como persona. Creía que no valía nada; me abandoné, me daba igual mi aspecto. Si tomé la decisión de separarme, lo hice sólo por mi hija, porque decidí que no vería a su madre en una situación tan denigrante. Él nunca me quiso. Pensaba que se había casado con una sirvienta.

Me gustaría que quedara claro que las faltas de respeto pueden darse en cualquier persona, sea hombre o mujer. No son los hombres los únicos agresores, si bien es cierto que las estadísticas indican que son la gran mayoría. Normalmente se piensa que las personas que sufren estos problemas tienen un nivel cultural bajo, así como problemas económicos. No siempre es así. Tanto mi ex-marido como yo tenemos estudios superiores. Una de las cosas más tristes de este problema es que muchos hombres y mujeres piensan que el trato conyugal debe ser así…, porque nunca han conocido otra cosa. "

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"Al examinar mi vida y mi matrimonio después de tantos años de infelicidad, he llegado a unas conclusiones que quiero compartir, con la esperanza de que mis experiencias ayuden a otras personas que estén o hayan estado en una situación similar.

Durante la batalla campal que fue mi matrimonio estaba tan enfrascada en defenderme de las agresiones y en exigir mis auténticos derechos, que :

Me refugié en mi trabajo para poder olvidarme de mi dolor, de mi soledad, y del infierno en que estaba viviendo. Construí de ese modo un mundo aparte donde no admití ni siquiera a mis hijos. Me sentía abochornada de toda nuestra familia. Sentía que era cómplice de un secreto sucio y terrible y que tenía dos vidas : la que el mundo veía y la que yo en realidad vivía en nuestro hogar.

No les dí a mis hijos todo el amor y la atención que hubiera querido darles, todo lo que yo no recibí tampoco cuando era una niña y tanto necesitaba también.

No cuidé de mí misma. Sin siquiera darme cuenta, pasé por alto no solo mis necesidades de comunicación, amor, ternura y compañía, sino lo que es aún peor, las de nuestros hijos.

No tuve la paciencia necesaria para enseñar amorosamente a nuestros hijos porque estaba continuamente llena de ira reprimida y de resentimientos contra mi abusivo esposo.

A veces - sólo Dios sabe cuántas - le dí quejas a mi esposo de nuestros hijos porque no me sentía capaz de administrar la disciplina. Entonces él los golpeaba o les gritaba y yo tenía que intervenir para defenderlos.

No tuve la valentía de admitir ni siquiera a mí misma, que lo nuestro no era un verdadero matrimonio, que no había verdadero amor, respeto o ni tan siquiera amistad entre mi esposo y yo; sino que se trataba de una relación muy enferma, dañina para nosotros y para nuestros hijos. Me decía a mí misma que no me separaba de mi esposo para que mis hijos tuvieran un padre aunque este no fuera bueno. Pero en realidad era porque no me sentía segura de mí misma y por no tener quien me apoyara.

Viví demasiado tiempo con un hombre con quien nunca fui feliz, renunciando a la felicidad y al amor porque creía que no los merecía. Pensaba, engañándome a mí misma, que valía más como persona que mi abusivo esposo por soportarlo.

Mi ceguera espiritual y mis heridas no me permitían ver el daño tan grande que estaban sufriendo nuestros hijos, hasta que ya fue demasiado tarde para evitarlo.

Del mismo modo que mi esposo fue un mal ejemplo para nuestros hijos varones de lo que es ser un hombre, yo fui para nuestra hija el mal ejemplo de lo que es ser una mujer. Debido a esto, ella se casó con un hombre que también la abusó emocionalmente como lo había hecho su padre con ella y conmigo. De mí aprendió a negarse a sí misma sus propias necesidades, a renunciar a su dignidad de mujer, a su derecho al respeto y a la felicidad.

Permití que la familia de mi esposo también me humillara y en una ocasión hasta me maltratara de palabra y hecho. Permití que mi esposo pusiera primero a sus padres, por encima de mí y de nuestros hijos. Permití que me anulara casi por completo como mujer, no me permitiera salir a ningún lugar sola, tener amistades, hablar por teléfono, cortarme el pelo o muchas otras cosas más.

Todo esto lo permití yo, nadie me obligó a hacerlo."

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